JUDIT MARTÍN

AUTOR: Esther Escolán
PUBLICADO EN LA REVISTA SABOR Nº 348

Conocida por sus gags humorísticos en radio y televisión, Judit Martín es la actriz de las mil caras. Para bordar cada uno de los cerca de cuarenta personajes a los que da vida a través de las ondas y de la pantalla es fundamental el ingenio, pero también la observación y el trabajo duro. La humorista nos deja conocerla más de cerca en estas líneas.

 

Su día a día transcurre entre los rodajes del programa Polònia (TV3) y los estudios de radio de Rac1, donde colabora en el Versió Rac1. Entre ambos, la actriz y humorista catalana Judit Martín da vida a 40 personajes tan dispares como Marta Pascal, Irene Montero, Marta Ferrusola, Cristina Cifuentes, Eulàlia Reguant y María Dolores de Cospedal, por un lado, o la Vane, sor Lucía Caram, Carme Ruscalleda, Ada Colau, Pilar Rahola o Esperanza Aguirre, por otro. Sabe cuántos son, reconoce, porque los va apuntando en una lista para no olvidarse.

¿Cómo se prepara uno para meterse en los zapatos de personajes tan potentes y dispares?

Hay personajes muy fáciles porque igual se parecen a otros que ya hago o porque son cercanos a mí, pero hay otros que resultan más difíciles, o porque son muy neutros y cuesta ver qué rasgos son los que los hacen únicos o por estar muy alejados de mis registros. Los hay que me resulta imposible imitar y, después de un primer tanteo, los aparco directamente.

¿Distan mucho los trabajos que haces en la radio y la televisión?

La radio exige un parecido más que razonable de la voz. Además del tono y del timbre, me fijo mucho de dónde procede la voz, si es nasal, de garganta, etc., o cómo hace las eses, erres... Cuando quien imitas tiene algún defecto o rasgo peculiar en el habla es un regalo. Luego está el tema del acento: cuanto más mar-cado mejor. También me fijo mucho en el léxico, qué coletillas suele usar, etc., así como en el tema del ritmo: todos tenemos una cantinela particular al hablar. Una vez estudiado eso, hay que buscar la comicidad, la caricatura del personaje; qué aspecto lo hace divertido. En la tele la voz pasa a segundo plano: importa que físicamente sea reconocible y para ello, además de estudiar cómo se mueve y los gestos, tienes la gran ayuda de maquillaje, peluquería, vestuario y la situación del gag.

¿Cómo consigues que tus personajes evolucionen?

Los guionistas son muy responsables de hacerlos crecer. A partir de lo que tú haces, ellos se fijan en las cosas que merece la pena potenciar, tienen una visión externa que ayuda mucho. En Versió Rac1, donde improvisamos mucho porque el programa dura tres horas, se dan las circunstancias perfectas para que los personajes crezcan. El vértigo del directo me permite probar muchas cosas y meterme en jardines de los que nunca sé cómo voy a salir, pero claro, estoy arro-pada por un director de orquesta increíble que es Toni Clapés y un equipazo que lleva 20 años trabajando junto.

¿Cómo llegaste al mundo de la interpretación?

Yo quería ser vídeo-artista, pero al terminar la carrera la realidad se impuso. Yo ya hacía teatro amateur desde mi época del instituto. Un día fui a ver teatro de improvisación y me quedé muy atrapada. Entonces me apunté a distintos cursos de impro y clown, pero lo hacía porque me lo pasaba bomba. En esos mo-mentos, nunca me planteé vivir de ello. Lo combinaba con otros trabajos, pero cada vez me fueron saliendo más bolos que me permitieron dejar los trabajos más convencionales.

Entre 2000 y 2014 estuviste al frente de Improshow. ¿Cómo lograbas salir airosa cuando la única consigna apenas era una palabra o una situación de partida?

Todavía sigo improvisando en la Sala Barts. Es de las cosas que más me gustan, sobre todo porque Impro Barcelona son los compañeros con los que llevo hacien-do impro desde hace casi 20 años. Aprendí teatro improvisando y ahora lo que me cuesta es memorizar un papel o seguir unas pautas demasiado estrictas.

¿Qué otras cualidades necesita un actor para mantenerse siempre en el candelero?

Adaptación máxima. Hay que ser muy todoterreno. Aunque hay actores y actrices que no lo han necesitado en absoluto, no es lo habitual. Tienes que estar dispuesto a todo. Yo nunca paro: si no me llaman, para entendernos, me lo invento y empiezo a trabajar en proyectos propios. Tengo varias compañías, busco cómo ganarme la vida en todo momento.

¿Qué rituales sigues para mantener tu salud física y mental a raya?

Voy religiosamente al gimnasio, pero porque tengo una espalda muy fastidiada y no tengo alternativa. Cada vez leo menos y últimamente solo teoría de impro, comedia o textos teatrales. Soy carne de museos, cines, conciertos y del Primavera Sound.

¿Qué importancia le das a la alimentación? ¿Qué no puede faltar en tu despensa?

No soy veggie, ¡pero casi! No pueden faltar aguacate, rúcula, tomates, verduras, arroz, legumbres... Tengo que decir que me chiflan los langostinos Eroski de calibre grueso. ¡Totalmente cierto! Aunque tengo poca cosa en casa: suelo comer y cenar fuera.

Dices no ser demasiado cocinillas, pero… ¿te atreves con algún plato?

Ensaladas y poco más. El fuego y yo no somos amigos. ¡Estoy al nivel de Los Chunguitos!

En 2018 recibiste el Premio Internacional de Humor Gat Perich. ¿Cómo te sentiste?

Por un lado muy contenta, claro. Por el otro, desconcertada por ser la primera cómica en recibirlo. No hay prácticamente premios específicos de humor o come-dia: es algo que no se valora, se toma como algo superficial, banal. A mí la risa es lo que más me interesa del mundo: tan tonto y complicado a la vez.

¿En qué nuevos proyectos estás trabajando actualmente?

Estoy haciendo Under The Pelucas con mi compañía DeJabugo y también Oh Spoiler! con Impro Barcelona. ¡Y siempre al acecho de la actualidad para cazar nuevos personajes!