MARC PARROT

AUTOR: Texto: Montse Barrachina / Fotografía: Joan Cabacés
PUBLICADO EN LA REVISTA SABOR Nº 343

El músico nos abre las puertas de su estudio de grabación en plena naturaleza para hablar de sus vivencias y de sus proyectos más destacados.

Marc Parrot es un artista sensible, arriesgado e inclasificable. Vive y trabaja en Sant Quirze Safaja, en el corazón de la Serra de Barnils (Moianès), una zona de plácidos bosques y vegetación salvaje que nutren al músico del sosiego que necesita para componer y producir. Se siente afortunado de poder vivir de lo que más le gusta y de compartir momentos sencillos con aquellos que quiere. En él, trabajo, amistad y amor siempre se dan la mano.

 

¿En qué momento tuviste claro que la música sería tu medio de vida?

Monté el primer grupo cuando aún no tenía 14 años. No sé si entonces era consciente de lo que significaba ser profesional, pero hubo algunos artistas que me iluminaron por su actitud. Los primeros fueron los Rolling Stones y, después, toda la movida contracultural de los grupos punk, que ligaba muy bien con mis sentimientos de adolescente porque estaban siempre con amigos, viajaban y vivían de lo que les gustaba.

 

¿Dónde buscas tus fuentes de inspiración para componer?

Me nutro de mirar hacia dentro, de buscar aquello que sale del subconsciente y me explica cosas que aún no sé. A menudo encuentro la inspiración cuando estoy a punto de dormir o me despierto a medianoche con una idea. Entonces empiezo a tirar del hilo y a escribir una historia.

 

Acabas de lanzar un nuevo disco: Refugi. ¿A qué Marc Parrot encontraremos?

Empecé a plantear el disco pensando en cómo quería mostrarme a los 50 años como autor y compositor y me di tiempo para experimentar. Las canciones son como la ropa que nos ponemos, hablan de nosotros y nos tenemos que sentir cómodos con ellas. Esta vez la cosa ha ido por el camino de quitar artificio, de dejar canciones más desnudas y menos metafóricas. Para poner en escena el disco hemos habilitado un espacio intimista, una yurta, en cuyo interior acontece todo lo musical y cercano, mientras que en el exterior suceden todas las inclemencias.

También produces discos para otros artistas. ¿Es más arriesgado el trabajo personal o el ajeno?

Yo me permito arriesgar en la faceta personal. Como productor de otros artistas hago equipo con ellos, pero siempre con una mirada desde fuera, por encima de mis propias percepciones, porque son ellos los que tendrán que defender el disco. Pero si un artista quiere arriesgar, también le pongo el camino fácil.

 

¿Uno se acostumbra a vivir con una profesión tan incierta?

Lo acabas aceptando. En estos últimos años mucha gente ha pasado de creer que tenía un trabajo de por vida a darse cuenta de que nada es seguro. Creo que el futuro será bastante así. Muchos educadores hablan de que las nuevas generaciones tendrán que utilizar la creatividad para todo. Yo me siento con cierta ventaja al llevar tantos años negociando con la incertidumbre porque aprendes a confiar en tu intuición y a no mirar lo que haces por el rendimiento que te da. Hace mucho que vivo de la música y no tengo ni idea de cómo funciona.

 

Desde hace años eres coproductor del disco de La Marató de TV3. ¿Qué te ha enseñado esta experiencia?

Me ha enseñado mucho oficio, mucha flexibilidad para afrontar mi trabajo como productor y me ha hecho más abierto mentalmente al tener que unir a artistas con sensibilidades musicales opuestas. Las mejores experiencias han sido las gamberradas creativas, como hacer de “My way” una sardana con la voz de Quico Pi de la Serra. Me costó mucho convencer a la Cobla Els Montgrins porque para ellos era como una transgresión, pero el resultado fue muy emocionante. O que Pau Riba cantara un aria de Puccini con la Simfònica del Vallès. Ningún otro disco me permitiría hacer estas cosas.

 

Te diagnosticaron un cáncer siendo muy joven. ¿De qué manera cambió tu perspectiva de la vida?

Tenía 26 años. De golpe te planteas muchas cosas. Te das cuenta de que no eres el más joven con cáncer y también de que tu mala suerte siempre es relativa porque ves a personas que están mucho peor que tú. También te cuestionas cosas más metafísicas, como pensar: “No me pondré a rezar ahora si nunca he creído en Dios...”. La enfermedad te remueve los principios para hacerlos más sólidos; creces y te haces más persona.

 

¿Eres muy familiar?

Me gusta estar rodeado de gente a quien aprecio y mi trabajo me ha permitido desarrollar relaciones profesionales que son a la vez de amistad. En mi vida hay una mezcla entre negocio, trabajo, amistad y amor porque mi mujer y yo hemos sido socios durante mucho tiempo.

Precisamente con ella, la pintora Eva Armisén, publicaste el libro-CD Todos a la mesa.

Sí, es un libro-CD que trata el tema de la relación de los niños con la comida. Los seis personajes del libro reflejan, de una manera extrema, los comportamientos a la hora de comer: el explorador, el remilgado, la lima, los rápidos, la dulce y el gourmet. Todos somos una mezcla de estos personajes.

 

¿Tenéis algún proyecto nuevo?

En octubre o noviembre saldrá un tercer libro, Tengo un papel, que estimula los valores del trabajo en equipo y de la vocación a través de seis personajes: la escritora, el productor, la directora, el actor, el diseñador de vestuario y la iluminadora.

 

Tu casa y tu estudio están situados en la montaña. ¿Cómo se ve la vida rodeado de naturaleza todo el día?

Pues más verde. Ja, ja, ja... Más esperanzadora. De pequeño vivía en un pueblo, en Tiana, y la libertad de moverte con los amigos y de hacer excursiones me habían hecho pensar que en algún momento acabaría viviendo en la naturaleza. Vivir aquí me permite hacer rápidamente una descompresión del trabajo. Es tan fácil como sentarte a comer fuera sin sentir ningún ruido y contemplar las montañas.

 

Aquí lo tienes fácil para coger setas…

Soy un experto, pero ya desde que era pequeño. Con mi padre, que era del Centre Excursionista de Catalunya, caminábamos por la montaña y cogíamos setas. Pero aquí, en Sant Quirze Safaja, he descubierto muchas variedades interesantes: escarlatas, pimpinelas, Apagallums, barbudas… ¡Y por primera vez he cogido trompetas de la muerte!

 

Eres un enamorado de la cocina de otoño…

Soy un enamorado de la cocina en general. Para mí el momento de la comida es uno de los más sublimes del día, pero esto no significa comer cosas sofisticadas, pues encuentro un gran placer en la exquisitez de las cosas más sencillas, como una verdura a la brasa… En cambio, con un plato refrito o mal elaborado pienso: “¡Un día perdido!”.

 

Has escogido un plato de bacalao…

Para mí es el pescado que está en lo más alto de la escala, sobre todo el bacalao salado, porque se puede cocinar de muchas maneras y siempre tiene interés. Solo hacerlo a la brasa con ajo y aceite y una guindilla por encima… ¡es brutal!