EL HAMBRE ESTÁ EN EL CEREBRO

AUTOR: Montse Barrachinha

De forma inconsciente, nuestro cerebro nos sabotea continuamente con ansias de comer más de la cuenta alimentos calóricos en exceso, muy gratificantes y deseables, cuya ingesta es difícil de controlar.  

Las ganas de comer son una cuestión mucho más cerebral de lo que pensamos. “El cerebro responde a señales que vienen del cuerpo y de nuestro alrededor, y el hambre es una de ellas”, asegura Stephan Guyenet, bioquímico y neurocientífico de la Universidad de Washington cuyo trabajo se centra en investigar los canales neuronales de gratificación que se activan o desactivan al comer determinados alimentos.

 

Las hormonas que intervienen directamente sobre los centros de placer situados en el cerebro nos hacen tener hambre. Esto sucede porque los circuitos cerebrales detectan una disminución en las reservas de energía y, de forma inconsciente, nos impulsan a aumentar la ingesta de comida. Precisamente, el cerebro prioriza aquellos alimentos que aprecia como deseables y valiosos, energéticamente muy densos. Es el caso de las grasas, los hidratos de carbono y los azúcares que, combinados en exceso, modifican los mecanismos cerebrales que regulan el apetito, hasta el punto de perder el control. Así, la energía acumulada que no hemos sido capaces de gastar se convierte en grasa corporal que, a la larga, puede provocar obesidad o diabetes tipo 2. 

 

Alimentos gratificantes y apetecibles

Estos alimentos son altamente gratificantes, pues ejercen un gran nivel de seducción, incrementan nuestra motivación y premian a nuestro cerebro cuando los obtenemos. También son apetecibles porque nos producen un gran placer cuando los acercamos a la boca. Resulta lógico que si algunos alimentos se presentan como seductores y tienen buen sabor, nos entre el ansia de comerlos, con el estómago lleno e incluso fuera de horas, simplemente porque nos gustan.

 

¿Cómo podemos ganar la batalla a un proceso que forma parte de nuestra propia naturaleza? Stephan Guyenet nos propone enviar a este cerebro hambriento señales de una dieta y un estilo de vida eficientes y saludables.