TOSCANA

AUTOR: Miriam González
PUBLICADO EN LA REVISTA SABOR Nº 349

La Toscana invita a perderse para no dejarse encontrar. Además de sus bonitos paisajes y de la elegancia e historia de sus ciudades, esta región italiana destaca por su gustosa gastronomía. Está para comérsela entera. 

Situada en el centro de Italia, la Toscana representa lo más auténtico del país transalpino. Todo se queda pequeño para describir el patrimonio cultural y artístico de esta región que es en sí un museo al aire libre, y a la que se considera la cuna del Renacimiento. Sus casi 23.000 km2 están distribuidos en diez provincias entre los montes Apeninos y el mar de Liguria, que baña los 633 km de una costa que también suma algunas islas, entre otras la de Elba.

Florencia es la capital de la región y de la elegancia a escala mundial. Su centro histórico —plagado de palacios, museos, monumentos e iglesias— forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La universitaria Siena, Pisa con su famosa torre, Arezzo —escenario de La vida es bella— o San Gimignano son solo algunas de las paradas imprescindibles en cualquier ruta por la Toscana. Por el camino, suaves colinas salpicadas de olivos y cipreses, así como de campos de viñedos donde se da vida a uno de los vinos más reconocidos del mundo: el chianti.

No son pocas las razones de las que puede presumir la Toscana, y la gastronomía también está entre ellas. La cocina es una de las mejores —y más conocidas— tarjetas de presentación de Italia. Tanto es así que forma parte de su cultura y de su forma de entender la vida. Los sabores de la Toscana son, como todo en la región, sublimes, con la mesa llena de materia prima de calidad de sus campos y costas. Y como en toda buena dieta mediterránea, el aceite de oliva es el rey, acompañado de tomate, buen vino y trufas. Todo un póker de ases para triunfar en la mesa más allá de la famosísima pizza.

Pan sin sal, esencia toscana

Las peculiaridades toscanas empiezan en el pan que, por tradición, no lleva sal. Cuenta la leyenda que en el siglo XI, por la rivalidad entre Pisa y Florencia, la sal empezó a quedarse atascada en el puerto. Con los precios por las nubes, los florentinos empezaron a elaborar el pan sin sal. La tradicional bruschetta —utilizada frecuentemente como antipasti o entrante— se prepara con pan toscano restregado con ajo y un hilo de aceite de oliva y sal. Otra variedad de antipasti es el crostini toscani: pan untado con paté, tomate y aceite con hígados de pollo u otra especialidad. El pan toscano también es la base para la Pappa al Pomodoro, una sopa hecha a base de pan duro, tomate, albahaca y aceite, cuya versión en ensalada es la Panzanella. Otra sopa muy típica en los campos de la Toscana es la Ribollita, con judías blancas, col y tomate. En las costas de Livorno el pescado asume el protagonismo sopero en el Cacciucco, uno de los caldos más famosos de Italia elaborado con hasta trece tipos de pescados.

Pasta, ¡cómo no!

Plato estrella, estandarte… La cocina italiana no se entiende sin la pasta y todas y cada una de sus variedades. En la Toscana tienen hasta su propia especialidad, los pici, algo así como unos espaguetis de más grosor, que, si se combinan con una salsa de trufa blanca o negra, son como para salivar simplemente con el recuerdo.

El pappardelle —lo que aquí solemos llamar tallarines grandes— se suele acompañar de ragú, hongos o liebre. Puedes probarlos también acompañados con carne de jabalí. Sería imperdonable perdérselos.

En esta región hay más vida después de la pasta, pues el apartado de carnes también es una oportunidad para darse un gran homenaje gastronómico. Desde el propio jabalí acompañado de una salsa agridulce hasta el bistec a la florentina, pasando por el faisán acompañado de trufa o el pollo a la diavola, hecho con una raza autóctona toscana.

En el capítulo de quesos, el pecorino se lleva la palma. Desde hace quinientos años los toscanos lo elaboran con leche de oveja y a veces lo mezclan con la de la vaca y lo aromatizan con trufa. El resultado es sencillamente espectacular.

 

El mejor final es el dulce

Los toscanos saben bien cómo terminar bien una comida y, por ello, los postres tienen un lugar destacado. El castagnaccio o pattona es una torta hecha a base de harina de castañas y la que mejor fama tiene es la de Garfagnana. Otros postres toscanos son el pan dulce de Lucca, los biscottinis de Prato y las galletas duras de almendra (cantucci) para mojar con el vino dulce. Buon appetito! 

 

 

Te recomendamos...